Confinamiento por COVID-19: testigos de una distopía. Reflexiones I
No limitar nuestro pensamiento solo a lo que conocemos pone nuestro ingenio a funcionar. Por eso, en tiempos de confinamiento es importante que no nos dejemos arrastrar por el sueño de volver a nuestras rutinas sin aprender nada de lo vivido. Rutinas que ahora todos añoramos en un sistema en ruinas.
La humanidad esta siendo victima de su propia imperfección, su propia vulnerabilidad, su propia codicia y soberbia ligada a la creencia de que somos invencibles. En nuestro mundo capitalista, ya no podemos comprar todo lo que queramos y cuanto queramos porque debemos pensar en las necesidades del "otro". En un mundo globalizado, ya no podemos volar en aviones low-costs porque se nos pide solo viajar para lo "estrictamente necesario". En un mundo donde convive la pobreza, la precariedad y el privilegio, se nos exige que mantengamos una "distancia social" bajo amenazas de multas. En un mundo donde reina el individualismo en su concepto mas egoísta junto a una propiedad privada sin limites, los "héroes" y "ejemplos a seguir" son ahora quienes dan la vida por causas humanitarias y por lo colectivo. La distopía que nos ha traído el COVID-19 es el escenario donde el poder de la imaginación debe anteponerse a la nostalgia de la rutina de un sistema en ruinas.
Puesto que lo colectivo es momentum dentro de la distopía que vivimos, pensemos en cómo lo colectivo nos ayudará en nuestra rutina post-pandemia. Estas son algunas de mis reflexiones para ese mundo después de la enfermedad del COVID-19, y que espero actúen como comida para cerebros:
La importancia de una higiene personal en sociedad. Desinfectar superficies, mantener una distancia de contacto, el uso de mascarillas cuando se está enfermo, lavarse las manos a menudo. Rutinas que pasan a formar parte de la cultura, donde se entiende que con la higiene también se respetan a las personas que nos rodean. Sabíamos que el personal de limpieza es indispensable en cualquier sociedad, ahora también les respetamos y agradecemos.
El privilegio entendido desde la base. La distancia social o disponer de agua para lavarnos las manos frecuentemente, nos ha enseñado que somos sociedades privilegiadas. Lo hemos experimentado en nuestras propias vidas. La facilidad de abrir un grifo con agua potable, el tener un espacio donde guardar comida durante semanas, no tener ingresos durante un tiempo y, aun así, no faltar un plato de comida al día. Además, de tener un espacio seguro para pasar la cuarentena. El privilegio entendido desde su base nos hace mas agradecidos y mas empáticos. Ahora, son estos detalles los que nos hacen reconocernos como seres privilegiados.
La Seguridad Estatal no es directamente proporcional a la inversión militar. La seguridad del Estado y de todos los ciudadanos también se mide por su inversión en I+D, o en equipos de protección para trabajadores sanitarios y como de preparados están para utilizarlos. La seguridad y fortaleza del Estado también se mide por su seguridad alimentaria, por la tecnología y la capacidad humana para utilizarla y la infraestructura para implementarla. Y también por su respeto a los derechos humanos y la solidaridad colectiva.
La respuesta política a la pandemia llego tarde. La conciencia ciudadana, también. Miedo, escepticismo y falta de compromisos globales ante problemas globales, han puesto de manifiesto la falta de planes de contingencia a tiempo. Además, en la era de la información, estar desinformado es una decisión. Y las noticias falsas y el periodismo de poco rigor en contraste de informaciones se convirtieron en norma desde antes que la pandemia se empezase a llamar como tal. Por ello, en el mundo post-pandemia se deben investigar los bulos y las noticias falsas como ataques al derecho de información que todos los ciudadanos/as tenemos. Las plataformas que hacen dinero con la divulgación de estas, deben perseguirse por la ley como cómplices de incitación al odio y manipulación mediática.
Nadie duda del mandato social de proteger a quienes nos protegen, y de cuidar a quienes nos cuidan. El liderazgo en la ciudanía fue tomado por activistas, personal sanitario, personal de limpieza, cuidadores, agricultores, vendedores de productos básicos, profesores, y artistas. Son ellos quienes no permitieron que el miedo fuese más grande que la necesidad de salvarnos del hambre, del virus y de la depresión. En el mundo post-pandemia, terapias y tratamiento del estrés post-traumático son para los pacientes que se recuperaron del virus, para las familias que tuvieron que olvidarse de honrar la muerte de sus seres queridos y para el personal sanitario que estuvo al frente del virus.
El cambio climático como prioridad de todos los Estados. Reducción de niveles de CO2, trabajo desde casa, Gobiernos priorizando el asesoramiento y el estudio de los científicos sobre los de los economistas e instituciones financieras. Gasto estratosférico del Estado para paliar las consecuencias sociales, de salud y de desempleo de la crisis durante la lucha contra el virus y durante la recesión global post-pandemia. Todos estos hechos, harán lo que parecía imposible: priorizar el cambio climático en las agendas políticas de los Estados - y de las empresas. El escenario vivido por la enfermedad del COVID-19 ha puesto de manifiesto la inviabilidad de un sistema económico basado en el corto plazo, dejando paso a un modelo económico sostenible donde se busca el bienestar de las personas y de los seres que habitan el planeta. Seres que han prosperado y florecido mientras la humanidad se atrincheraba en sus casas.
Honremos a nuestros viejitos y enfermos que estamos perdiendo en esta pesadilla trabajando por un mundo donde solidaridad y balance impregnen todos nuestros actos, palabras, decisiones y futuro.
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